Acostada en la bañadera llena de agua con aroma a rosas, mi favorito, observaba mis piernas y mis pies apoyados en las canillas. Me di cuenta de que mi cuerpo ya no podía caber completamente dentro de la bañadera y que mis piernas pasaron de piernas de niña regordeta a piernas más delgadas con muslos traviesos. Me di cuenta de todo, con ese silencio, con esa luz baja, con ese olor a rosas, con esa soledad acompañándome tranquilamente, con ese vapor empañando mis ojos y empecé a observar nuevamente cada parte de mi cuerpo.
En mi pierna derecha, al costado, advertí una rayita blanca y suave... una cicatriz.
Bien... él me dejó una cicatriz... ahora recuerdo.
2 comentarios:
Estoy llena de cicatrices y de olor a flores.
Saludos!!!
es mejor que las cicatrices salgan al exterior, que se vean. me llamo Juliano y te invito a que veas mi nuevo blog DIOS ES ARGENTINO, y si te gusta lo sigas. gracias y saludos.
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