En estos seis meses de trabajo en el banco, he podido observar muchas cosas, detalles que pasan en mi oficina. Hay de todo, desde los chusmas más hideputas hasta los ñoquis.
El ambiente en donde trabajo está dejando de gustarme. Todo es acomodado y vi muchas cosas que ni llegué a imaginar que podían suceder. Por culpa de eso, empecé a perder las ganas de ir ahí a trabajar y a quejarme de eso todos los días a pesar de tener un sueldo envidiable. Debo admitir que gracias al sueldo, pude comprar un montón de cosas que antes no podía pagar y que ya estoy acostumbrada a esa comodidad.

Todos los días llego a mi casa desanimada, sin tener ganas de hacer otras cosas, como salir a correr, tomar alguna clase de baile, estudiar porque siento que el ambiente de mi oficina me consume mucho y pierdo mucha energía aunque trabajo muy poco. Pero me di cuenta que trabajando poco me consume más energía y me da mucho sueño y sucediendo así, empecé a ir directo a mi casa después del trabajo en vez de ir a Happy Hours o a algún lado para divertirme.
También, está eso. Todos los días, siempre tengo ganas de gritar y discutir con algún compañero o jefe porque hay mucha injusticia pero no puedo. En el banco, todo es re exigente, si irrespetas algo, te mandan al sumario enseguida. Si lloras, te mandan a la psicología pensando que tenés un problema grave.

Hace como tres días que estoy intentando enseñarle a un compañero algunas cosas de mi trabajo por el tema de la rotación en la oficina, un mismo trabajo y él no logra aprenderlo. Yo lo aprendí en un día, o más bien, en medio día y él no. No porque no puede sino porque no escucha, es inquieto, se va a fumar a cada rato, a comer por una hora y media, a hacer cualquier boludez y al jefe le parece bien.
Hasta siento que soy capaz de dirigir la oficina porque hasta mi jefe ni sabe cómo insertar una imagen en el Word y yo le tuve que ayudar.

Pensé que trabajar en un banco era espectacular pero no es así. Últimamente estoy extrañando mi antiguo trabajo en donde inevitablemente me sentía intimidada por mi jefe por su inteligencia y audacia y que yo trataba de demostrarle lo que era capaz y a veces lo lograba, en donde todo era automático, moderno y flexible, en donde había respeto entre los empleados y los superiores, en donde la oficina era limpia y bien cuidada, en donde te daban una engrapadora al día siguiente de haberla pedido, etc.

En este momento, me siento vacía, ya no siento emociones, el sentimiento de la adrenalina, de la competición, de la obligación y del esfuerzo por haber trabajado tanto y especialmente del alivio de llegar al fin de mes y cobrar ese poco sueldo pero sabiendo que es bien merecido.

Lo que gano, no me lo merezco. Se lo merecen los obreros que trabajan 12 horas diarias.