Haciéndole caso a la rutina, mi hermana y yo fuimos a una galería a almorzar. Jamás imaginé que mi cabeza se iba a dar vueltas y vueltas y que mi cuerpo se iba a temblar muy pero muy mal.
Al terminar de comer, fumar y chusmear nuestras cosas de trabajo, nos paramos y caminamos entre mesas con un montón de empleados de interminables empresas del microcentro.
Ay, vi a mi ex jefe almorzando tranquilamente como siempre y agarrando el vaso con el dedo meñique levantado hacia arriba. Pensaba en saludarlo o esquivarme. Él levantó la vista y se sorprendió. Me sonrió y me saludó.
Por supuesto, imaginé que el hombre que venía acompañando a El Jefe era Chocolat y así fue. Él estaba a espaldas o sea que no me vio primero. El Jefe le avisó a Chocolat que era yo a quién saludaba.
Yo, al ver ese cabello parado con gel (elpelodetodoslosdías), empecé a temblar y pensé que debía esquivarme sí o sí pero ni daba. El Jefe ya me había visto de todos modos. Me acerqué con mi hermana que estaba atrás siguiéndome. Primero vi a Chocolat.
Chocolat tenía esa cara seria y escondiendo su rostro. Apoyó su cara en su mano derecha y se alejó un poco. Quizás él imaginó que yo no lo iba a saludar pero sí lo hice. Tal vez fue maduro lo que hice, saludarlo y no guardarle rencor. Lo saludé con indiferencia y percibí sorpresa en su rostro. Se sorprendió porque jamás pensó que yo ya había olvidado de las cosas malas que me había hecho, ¡maybe!
Después de saludarlo sin preguntarle cómo le iba, saludé a mi ex jefe. Hablamos de un par de cosas y yo, en todo ese poco tiempo, ni le dirigí una mirada a Chocolat. Me fui despidiéndome con mis miradas hacia El Jefe, no hacia Chocolat.
Seguí mi camino y me di cuenta de que mi hermana estaba ahí parada sin acompañarme. Me di vuelta y claro, vi que ella estaba saludando a conocidos y vi a Chocolat levantando la cabeza y mirándome.
Durante unos largos minutos después de esa escena, mi cuerpo temblaba sin parar, mis manos temblaban a lo loco, me quedé pálida como un huevo. Pensé que al verlo (cosa que sabía que pasaría en cualquier momento) lo saludaba fríamente y me iba pero no, mi cuerpo se debilitó re mal.
Mi hermana y yo nos reímos porque Chocolat nunca fue bueno disimulando en algo. Cada vez que disimulaba, se volvía torpe y hacia un quilombo bárbaro pensando que estaba disimulando bien. En ese momento, trató de esquivarse y pasar desapercibido de nuestro encuentro pero no lo hizo bien. Eso es lo que amaba de Chocolat, su torpeza.
Al terminar de comer, fumar y chusmear nuestras cosas de trabajo, nos paramos y caminamos entre mesas con un montón de empleados de interminables empresas del microcentro.
Ay, vi a mi ex jefe almorzando tranquilamente como siempre y agarrando el vaso con el dedo meñique levantado hacia arriba. Pensaba en saludarlo o esquivarme. Él levantó la vista y se sorprendió. Me sonrió y me saludó.
Por supuesto, imaginé que el hombre que venía acompañando a El Jefe era Chocolat y así fue. Él estaba a espaldas o sea que no me vio primero. El Jefe le avisó a Chocolat que era yo a quién saludaba.
Yo, al ver ese cabello parado con gel (elpelodetodoslosdías), empecé a temblar y pensé que debía esquivarme sí o sí pero ni daba. El Jefe ya me había visto de todos modos. Me acerqué con mi hermana que estaba atrás siguiéndome. Primero vi a Chocolat.
Chocolat tenía esa cara seria y escondiendo su rostro. Apoyó su cara en su mano derecha y se alejó un poco. Quizás él imaginó que yo no lo iba a saludar pero sí lo hice. Tal vez fue maduro lo que hice, saludarlo y no guardarle rencor. Lo saludé con indiferencia y percibí sorpresa en su rostro. Se sorprendió porque jamás pensó que yo ya había olvidado de las cosas malas que me había hecho, ¡maybe!
Después de saludarlo sin preguntarle cómo le iba, saludé a mi ex jefe. Hablamos de un par de cosas y yo, en todo ese poco tiempo, ni le dirigí una mirada a Chocolat. Me fui despidiéndome con mis miradas hacia El Jefe, no hacia Chocolat.
Seguí mi camino y me di cuenta de que mi hermana estaba ahí parada sin acompañarme. Me di vuelta y claro, vi que ella estaba saludando a conocidos y vi a Chocolat levantando la cabeza y mirándome.
Durante unos largos minutos después de esa escena, mi cuerpo temblaba sin parar, mis manos temblaban a lo loco, me quedé pálida como un huevo. Pensé que al verlo (cosa que sabía que pasaría en cualquier momento) lo saludaba fríamente y me iba pero no, mi cuerpo se debilitó re mal.
Mi hermana y yo nos reímos porque Chocolat nunca fue bueno disimulando en algo. Cada vez que disimulaba, se volvía torpe y hacia un quilombo bárbaro pensando que estaba disimulando bien. En ese momento, trató de esquivarse y pasar desapercibido de nuestro encuentro pero no lo hizo bien. Eso es lo que amaba de Chocolat, su torpeza.
6 comentarios:
en el momento menos pensado te encontras con cada persona
que bueno seria encontrarme con un par que quiero ver hace tiempo
Ouch!
No importa cuánto te prepares mentalmente para un momento como este, siempre va a ser raro e incómodo, aunque me parece que lo manejaste bastante bien.
Y bueno, después de la primera vez cuando, innegablemente, te toma por total sorpresa un evento así, empieza a ser un poco más sencillo, aunque me parece que esa sensación de incomodidad nunca desparece del todo.
¡Sonrie!
uff... que mal q me sale hacerme el distraido.. soy re ovbio cuando me pongo incomodo con algo... pronto es mi cumpleaños y hay chances de un reencuentro incomodo... voy a practicar con el espejo..
besoo
pnz
campaña NO A LOS ENCUENTROS INESPERADOS
Mmm no te puedo creer!,
me acaba de pasar lo mismo recién..
vengo de un encuentro casual con mi primer novio.. y lo único q atiné a hacer fue a salir en cuarta y esquivando colectivos..
nada maduro, lo sé.
me gusta mucho tu blog, te agrego al mio que hace poquito abri.
besos!!
Feliz cumpleaños =)
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