Nostalgia

Siento salpicaduras de agua cristalina, respiración fatigada. Veo dos orejas grandes con tapones dentro y su sonrisa diabólica ya que está a punto de tirarme agua a la cara. Obviamente es mi hermana. Me agarra, me empuja hacia adentro del agua. Escucho llamadas de mi abuela para ir a comer el famoso sandwich, hecho de pan flauta con jamón y queso comprado en el mejor almacén de un barrio hermoso y limpio. Saltamos y corremos pero nos detiene y nos envuelve con un toallón enorme. Veo a mi hermana acercándose a la tortuga comiendo lechuga bien verde y recién lavada por mi abuela y poniendo una de sus manitos sobre la caparazón para protegerla y mimarla. Nos sentamos en el sillón, el cual ahora está viejo pero bien cuidado por mi abuelo y puesto bien cerca del televisor.
Nos aventuramos corriendo en la casa vieja de al fondo de la casa grande de mis abuelos, nos escondemos a curiosear unos autos electrónicos e imaginamos manejándolo por todo Hurlingham. Soplamos y limpiamos el polvo, vemos que uno es azul y el otro verde por si me acuerdo bien. Nos ahogamos en risas picaronas porque nuestra abuela nos busca por todos lados pero siempre termina encontrándonos.
Si mal no recuerdo, a veces caminamos por el pequeño centro del barrio, lo único que recuerdo es la estructura de los locales y el color de las puertas de las casitas pequeñas, de las cuales dudo que sigan existiendo. Las puertas son de color ladrillo y las ventanas son blancas o amarillentas y pequeñas.
1, 2 y 3... ABUELAAAA!!! Gritábamos para llamarla y dentro de un rato, ella venía con dos vasos de chocolatada y a veces más sandwiches de jamón y queso.
Mi abuelo siempre está sentado ahí en el escritorio tipeando documentos, en el jardín podando el césped, en el sillón viendo TV cuando está desocupado por nosotras o durmiendo una siesta.

Escuché voces y agité mi cabeza, cerré mis ojos fuertemente y los volví a abrir. Vi directamente un pedazo de matambre a punto de ponerlo en el pan cortado por la mitad. Levanté mis ojos y escuché a mi abuelo con sus miradas pérdidas a causa de las cataratas en sus ojos, con su mano en las manos de mi hermana diciendo "me siento muy viejo" y algunas cosas más.

Sentí una lágrima correr por mi mejilla y agarré el brazo de mi hermana fuertemente y ella también estaba llorando...

Esa es una pequeña historia, siempre pasábamos tres meses de verano en la casa de nuestros abuelos. Tres meses y no sabíamos lo que era aburrimiento, extraño mucho los sandwiches, la sopa única de mi abuela y los mejores fideos. Extraño la exigencia de mi abuelo y su panza grandote. Extraño que mi hermana me lleve a todos lados y me diga qué cosas tengo que hacer, extraño a mi abuela rezando por nosotras antes de dormir y las risitas picaronas cuando ella apaga la luz al irse a dormir. Extraño mis gritos llamándola por las pesadillas que venían a visitarme en la mitad de la noche. Extraño la alegría de ver a nuestros papas al llegar el fin de semana y el aroma de la comida en la famosa mesa que todavía ahora existe.

Ayer sentí mucha nostalgia, cada día yo valoro más el amor de mi familia, la calidez de los abrazos de mi abuelo, de mis padres, de mis tíos y de mi hermana. Yo sufrí mucho en este año pero no creo que el dolor de perder a un familiar supere lo que sufrí por amor a un hombre. Mi familia es la única que sabe valorarme y los pongo en el primer lugar en mi vida...